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sábado, 29 de febrero de 2020

La generación perdida

Son los últimos años de la década de los sesenta. Estados Unidos se alista nuevamente para una guerra –la más inútil y desgastante de su historia reciente– al otro lado del mundo, en Vietnam. Un grupo de universitarios de clase media se resiste a ser parte de esta campaña bélica (1955-1975).
Elenco de "Hijos de la guerra"
¿Es una convicción genuina o solo una “postura de moda” ante un sistema decadente del que se sienten ajenos? La lección que estos jóvenes están a punto de aprender se refleja con acucioso desenfado en “Hijos de la guerra” (“Moonchildren” (1971), en su título original). Esta irreverente pieza teatral del estadounidense Michael Weller (Nueva York, 1942) llega a la escena del Nuevo Teatro Julieta de Miraflores abordando la curiosa naturaleza de las inquietudes juveniles que, aunque suelen ser masivas, en el fondo son una forma más de individualismo. El primer montaje de Cuerpos del Abismo que dirige Giovanni Vidori, también en su debut, posee dos momentos definidos por una desoladora revelación. En un primer segmento pícaro y anti-sistema se presentan los personajes arquetípicos bajo una mirada más panorámica que alcanza a pincelar las individualidades de esta pandilla.
Están los “palomillas” Mike y Cootie (Matías Spitzer y Jorge Luis Pérez, ambos de buen trabajo) o el “nerd” del grupo Norman (un aceptable Duilio Dall Orto). Luego están Kathy y Ruth (Micaela Belmont y Flavia Goya), dos amigas, una más liberal que otra; y dos personajes masculinos divergentes llamados Bob y Dick (Giovanni Vidori y Raúl Saco).
Bob (Giovanni Vidori)
y Murray (Fernando Verano)
La segunda mitad, en cambio, es sumamente desencantada y, a diferencia de la primera parte, centrada en Bob. Aparecen aquí las únicas figuras adultas de la historia: Willys (divertido Paco Solís Fuster), el casero con alma de joven, y el tío Murray (un sobrio papel de Fernando Verano) y Shelley (Fiorella Luna), una hippie de buena vibra. Este cambio de perspectivas evita que la propuesta se torne anecdótica; y le añade mayor profundidad a los dilemas de identidad y aspiración de los muchachos. Y aunque ciertas referencias parezcan desfasadas o distantes a nuestra actualidad, una contextualización oportuna del texto (la traducción es de Gonzalo Rodríguez Risco) y una actuación fresca e irreverente de un elenco relativamente joven resultan esenciales.
Norman (Duilio Dall Orto), Dick (Raúl Saco),
Cootie (Jorge Luis Pérez) y Mike (Matías Spitzer).
Los personajes están bien construidos –algunos con mejores matices–, pero ninguno es políticamente correcto ni pretende estar emocionalmente equilibrado. Vidori procura el dinamismo y buen ritmo del drama que, incluso, podría haberse ahorrado algunos roles secundarios y reducir los desplazamientos fuera de escena sin perder la esencia de WellerUna escenografía sobria con utilería básica invita a la cotidianidad de esta comparsa rebelde. Ayudada por la iluminación y, en especial, por la música se tejen atmósferas setenteras que dan algunas buenas escenas como aquella en la que Mike y Cootie tocan guitarra y bongó. Entre marchas pacifistas y aprendizajes de madurez, “Hijos de la guerra” revela las habituales traiciones tras los ideales juveniles. Una trinchera sinuosa que enseña cómo la rebeldía de la juventud envejece cada vez que los afanes personales se alinean al sistema que pretendían combatir.
  
FICHA ESCÉNICA
Dirección: Giovanni Vidori
Elenco: Micaela Belmont, Duilio Dall'Orto, Flavia Goya, Fiorella Luna, Jorge Luis Pérez, Raúl Saco, Paco Solís Fuster, Giovanni Vidori, Pedro Sessarego, Matías Spitzer y Fernando Verano.
Lugar: Nuevo Teatro Julieta (Pje. Porta 132, Miraflores)
Funciones: De jueves a domingo a las 8pm
Temporada: Del 13 de febrero al 01 de marzo de 2020
Entradas: S/ 45 (General), S/ 25 (Estudiantes) y S/ 35 (Jubilados)
Producción: Cuerpos del Abismo

viernes, 7 de julio de 2017

Caídos del cielo

Las premoniciones y la angustia de un viaje sin retorno configuran el reciente proceso creativo de Mariana de Althaus. Luego de sus primeros montajes testimoniales: “Criadero” (2011) y “Padre Nuestro” (2013), la dramaturga y directora explora linderos y fibras más sensibles bajo un ejercicio honesto.
Marisol Palacios y Lizet Chávez
El magistral manejo visto en “Pájaros en llamas” (2017) lo demuestra. De Althaus apuesta aquí por una mayor naturalidad al seguir una pauta de acotaciones y diálogos, añade más voces (tres actores) a los dos confesantes y utiliza las proyecciones audiovisuales de un modo más cinematográficoEn escena Fernando Verano y Marisol Palacios aceptan curar sus heridas aún palpitantes con una catarsis colectiva y reconciliadora. A primera vista el escenario reproduce un caos de equipajes que guardan algo más que elementos claves en las historias. El resultado es sublime.

VIAJEROS SIN DESTINO
A través de ellos fluyen retazos de vidas siniestradas: una pesada continuidad marcada por usar el mismo nombre o un amor atrapado en una jaula del tiempo. Sus historias tejen un drama fidedigno de recuerdos palpitantes contados por voces y texturas mixtas (escénicas y audiovisuales) con sobria intimidad.
Fernando Verano
Por ejemplo, las proyecciones audiovisuales “visten” a Alberick García, Nicolás Galindo y Lizet Chávez con un realismo preciso. Los tres actores –de buen trabajo– aportan la ausencia de los seres perdidos en la tragedia. Son dignos “médiums” entre la realidad de la vida y la ficción del más alláSentir el vacío es crucial en la propuesta y se traduce en versos solitarios. “La vida es más fuerte que todo dolor” de la poeta Anne Sextton reverbera como un eco distante. O en escenas cotidianas y canciones populares que alcanzan una nueva significación ante quienes no están en el mundo físico.

ECOS AUDIOVISUALES
En “Pájaros en llamas” las emociones fluyen desde el corazón por el ejercicio espontáneo de los testimonios. La concurrencia de canciones de Facundo Cabral y poemas de Blanca Varela juegan a favor del estilo confesional del montaje aun cuando pudiera repensarse la pertinencia de ciertos momentos.
Elenco de "Pájaros en llamas"
Por ejemplo, la llamada “aeroportuaria” en ruso podría presentar su traducción proyectada –como en otros pasajes– para descubrir su belleza poética. Y podría desplegarse una mirada más genérica –quizá, ritual– sobre la muerte de modo que involucre al público en esta interesante experiencia. 
Poco a poco el desorden devendrá en un “vacío” final que marca una purificación metafórica ante las tragedias de Lansa (1971) y Faucett (1996). Lorenzo, entonces novio de Marisol Palacios, y la primera familia del padre de Fernando Verano brillan en escena. Sus almas traen paz al mundo complicado y doloroso de los sobrevivientes.

FICHA ESCÉNICA
“Pájaros en llamas” de Mariana de Althaus
Dirección: Mariana de Althaus
Elenco: Marisol Palacios, Fernando Verano, Lizet Chávez, Alberick García y Gabriel Iglesias
Funciones: De jueves a lunes a las 8pm
La temporada acaba el 10 de julio de 2017
Lugar: Centro Cultural PUCP (Av. Camino Real 1075. San Isidro)