sábado, 29 de diciembre de 2012

Aplausos al Festival

En octubre pasado el ICPNA organizó su XI Festival de Teatro Peruano Norteamericano con cuatro interesantes propuestas, aunque, por bases del concurso, sólo pudieron apreciarse durante cuatro funciones. Dos de ellas fueron “Buenas noches, mamá”, de Marsha Norman (Kentucky, 1947) y “Canallas”, de César Vera  Latorre (Lima, 1985).
La primera abrió el certamen presentando la difícil relación entre una madre y su hija, quienes comparten sus días en un paisaje rural de los Estados Unidos. Mientras que, desde el Teatro del Absurdo, “Canallas” se burló de las convenciones de una sociedad deshumanizante y llena de apariencias. A pesar del tiempo transcurrido, publico una merecida reseña de estos dos montajes.

Una mañana diferente
“Buenas noches, mamá” describe el desenlace del encuentro de dos fuerzas femeninas y emparentadas. Esta premisa y la emotiva pluma de la dramaturga Norman  (en inglés) le valieron a esta historia un Premio Pulitzer en 1983 y una versión fílmica dirigida por Tom Moore 1986.
Pablo Luna (quien antes dirigió “Independencia”, de Lee Blessing, en el IX Festival del 2008) dirigió esta puesta con un resultado satisfactorio. Junto a los aciertos del texto –una dramaturgia cargada de pesimismo y pasajes entrañables– tuvo a dos buenas actrices con un estupendo trabajo.
Ana Rosa Liendo representó a Jessie, la hija fría, insensible y decidida a acabar con los intrascendentes días que vive junto a su madre en una casa alejada de la ciudad. Al frente tuvo a Lilly Urbina, en un notable papel, quien encarnó a una mujer resuelta a disuadir a su hija de su fatal decisión, aun cuando esta misión linde con lo imposible.

La trágica despedida
La atmósfera es tensa de principio a fin. No sólo por la complicada vida de las protagonistas, sino por la presencia de elementos que acrecientan la angustia. Por ejemplo, el vértigo del tiempo –parte de la acción sucede en tiempo real– y una predominancia del color blanco que, lejos de dar una sensación de tranquilidad, inquieta.
En la escenografía (intencionadamente realista) cada mueble tiene un lugar inamovible, mientras que en la alacena todo está organizado: las galletas, los chocolates, los trastos o equipos de limpieza. Nada en esa casa parece disfrutar del azar, sino que rebosa en lo predecible.
La suma de estos factores convirtió a “Buenas noches, mamá” en una puesta de emociones fuertes, escenas conmovedoras e inquietantes momentos que no dejaron indiferentes al espectador. La obra fue elegida como ganadora del festival por el jurado integrado por Carlos Acosta, Violeta Cáceres, Ruth Escudero, Laurietz Seda y Fernando Torres. Sin duda, sería interesante ver esta pieza en una temporada más larga.

Ficha técnica
“Buenas noches, mamá”, de Marsha Norman
Dirección: Pablo Luna
Elenco: Lilly Urbina y Ana Rosa Liendo
Más información en "Buenas noches, mamá"

Irreverentes ‘canallas’
Como es usual, en el festival del ICPNA existe espacio para arriesgar y los nuevos rostros. Ello sucedió con “Canallas”, pieza dirigida por César Vera Latorre y Martín Velásquez Atoche. La obra –una idea original de Vera Latorre– fue presentada en mayo pasado en la Ventana Indiscreta de la Universidad de Lima con el título de “Conversaciones sobre la felicidad”.
Sin perder su esencia, aquella grata experiencia maduró lo suficiente hasta convertirse en una crítica lúcida y entretenida sobre la vida en época de consumo y superávits. Salvo el cambio de nombre, sus agudas reflexiones y personajes –fugaces, distraídos e irreverentes– se enfrentan a los (anti)valores de un sistema impersonal y desinteresado.
Con una decena de breves historias y cuatro monólogos, “Canallas” se burla de cómo el valor de la libertad o la felicidad se ha trastocado en precios de etiqueta dominados por la oferta y la demanda. O de cómo ser auténtico puede ser un verdadero problema de adaptación en una sociedad con rígidos estándares de aceptación. Ironías y más ironías.

Lúdicas ficciones
Por ello, estos alegres bribones –tres actores  y una actriz– salen a escena (o, quizá, emergen de alguna butaca) a desafiar el establishment. Y se lo toman en serio aun cuando entre sus divertidas historias algún escocés tenga por pariente a un sombrero o dos desconocidos intenten buscar la autenticidad tras una inusual charla.
El trabajo escénico de los cuatro actores –con múltiples papeles y actuaciones aceptables–, las coreografías y el juego al borde de lo ficticio generaron una singular complicidad en los espectadores. Lo que se reforzó con una escenografía minimalista y el setlist musical utilizado en los ágiles intermedios de las escenas. Al margen de las distinciones, “Canallas”  ha dado un salto desde un proyecto intuitivo hacia una obra madura en pocos meses. Un mérito inobjetable para su autor, sus directores, actores y el equipo de producción que esperemos continúen trabajando en nuevas propuestas el próximo año.

Ficha técnica
“Canallas”, de César Vera
Dirección: Martín Velásquez Atoche y César Vera
Asistencia de Dirección: Rosa Ruiz Dodobara, Christian Villegas
Elenco: Miguel Chamorro Guerra, Fabio Portocarrero Pinedo, Rosa Ruiz Dodobara y César Vera Latorre
Más información en "Canallas"

Crédito de fotos: Difusión Cultural ICPNA

sábado, 8 de diciembre de 2012

Universo familiar

Según las ciencias básicas y leyes universales es posible definir la distancia (en años luz) entre dos puntos siderales. La precisión de tales conocimientos no es –ni probablemente será– suficiente para entender el extraño microcosmos de las relaciones humanas.
Ese complejo, intrincado e impredecible universo (de órbitas caóticas como es nuestra existencia) es observado en “El sistema Solar”, una obra íntima y reveladora escrita y dirigida también por Mariana de Althaus
Sus protagonistas son los miembros de una familia de clase alta sociedad, poco funcional y que han decidido darse una última oportunidad en una inolvidable víspera de Navidad.

Noche inolvidable
En esa noche especial, los hermanos Pavel (Sebastián Monteghirfo) y Edurne (Katerina D’Onofrio) se preparan a recibir la visita de su padre Leonardo (Gustavo  Bueno), quien llega acompañado de Paula (Valeria Escandón), su actual pareja y antigua novia de su hijo. Cada regalo irá acompañado de algún pequeño secreto.
Revelarlos causará el desequilibrio familiar –un sistema planetario a escala– y originará interesantes giros en esta trama de una hora y veinte minutos. Surgen ahí dilemas de lealtad y autenticidad en los personajes adultos, mientras que sólo el pequeño Puli (Mariano García Rosell), hijo de Pavel, parece escapar a esta lógica refugiado en la inocencia y los animales imaginarios.
Con cada confesión –una más sorprendente que la anterior– en “El sistema Solar”, uno no sabe qué esperar ni cuándo se enterará de algo que lo estremezca. Lo único cierto es que será difícil salir ileso en este fuego cruzado de verdades y sorpresas. A este aspecto, la puesta añade una locación bien aprovechada y dosis de humor.

Espacio íntimo
“El sistema Solar” transcurre en un escenario inusual: un acogedor ambiente de la Galería 80m2 de Barranco. Por una sala de esta casona solariega del Malecón Pazos orbitan los miedos, secretos y frustraciones de la familia Del Solar. Elegir este lugar no fue casual.
Según el programa de mano, De Althaus vio su primera obra de teatro en una casona como esta en 1986. Lejos de afectar el montaje, se optimiza la naturaleza del espacio, supera ciertas exigencias técnicas (como luces y sonido) y la propuesta gana por la singularidad de su disposición circular.
Desde esta perspectiva, De Althaus sitúa al espectador como un observador –privilegiado, en primer lugar, y, luego, incómodo– de una familia disfuncional que ha esperado la mejor época del año para intentar recomponer –como en alguna nostálgica canción– los inevitables lazos perdidos con el tiempo.

Retrato de familia
Con este montaje, la directora y dramaturga ratifica su habilidad para conmover o sorprender desde la cotidianidad: las estampas de una familia distante y desintegrada. Una línea que aparece en algunos trabajos como “El lenguaje de las sirenas”, presentado hace pocos unos meses en el Museo de Arte de Lima (MALI).
Esta vez, con diálogos de menor lirismo y, más bien, con escenas que tocan fibras  sensibles, la obra logra envolver al espectador en los intrincados asuntos de esta familia. Pero lo entretiene también con esa sana pizca de locura guardada tras sus cuatro paredesCon las buenas actuaciones de Bueno, D’Onofrio, Monteghirfo y Escandón, y la grata aparición de Mariano García Rosell, “El sistema Solar” despide su temporada este 17 de diciembre (las funciones son para 40 asistentes) consagrada como uno de los mejores montajes de este año

Crédito de fotos: Viaexpresa Colectivo Teatral

Ficha técnica
“El Sistema Solar”, de Mariana de Althaus
Dirección: Mariana de Althaus / Asistencia de dirección: Jimena del Sante
Elenco: Katerina D’Onofrio, Sebastián Monteghirfo, Gustavo Bueno, Mariano García Rosell y Valeria Escandón.
Lugar: Galería 80m2 (Malecón Pazos 252, Barranco)
La temporada culmina el 17 de diciembre
Funciones: De viernes a lunes a las 8pm
Una producción de Viaexpresa Colectivo Teatral


Nueva temporada
Funciones del 5 de abril al 26 de mayo.
Viernes, sábados y domingos a las 8pm.
Lugar: Centro Cultural Campo Abierto (Jr. Recavarren 560, Miraflores. A una cuadra del Teatro Británico).
Más información en el evento de la obra.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Conspiradores y paranoicos

Revisando un poco sobre Christopher Durang (New Jersey, 1949) uno descubre ciertas palabras que parecen describirlo: café, hipo, católico no practicante y Yale School of Drama. Otras palabras, en cambio, coinciden en el espíritu desenfado de sus textos dramáticos: absurdos, excéntricos, comedias negras, sátiras o parodias.
Su pluma está habituada a criticar, con humor negro, a una sociedad con delirios, prejuicios y temores tan grandes como las dimensiones de su país. En especial, si se toma en cuenta que los enemigos nacidos –o inventados– de los aciagos recuerdos del 11 de setiembre de 2001 aún acechan.
Y es lo que nos muestra “¿Qué tortura?” (“Why torture is wrong, and the people who love them”, en inglés) que dirige David Carrillo. Una comedia de intrigas y enredos con que Plan 9, asociación fundada en noviembre de 2002, celebra diez años de actividad escénica. Los tres últimos desde el remozado Teatro Larco.

Sociedad bajo la lupa
No es la primera vez que Carrillo dirige a Durang. Ya antes, en 2003, había dirigido “Las vacaciones de Betty”, la primera producción de Plan 9, en el Teatro Julieta. Contada en dos actos, “¿Qué tortura?” trae la historia de Felicity y Zamir (buenos papeles de Vania Accinelli y Óscar Meza), dos jóvenes que, tras una noche de copas, amanecen casados.
Mientras van averiguando quiénes son, Zamir, quien afirma ser irlandés una y otra vez, decide visitar a la familia de su esposa. Conoce a Leonard (muy bien interpretado por Carrillo), el enérgico y receloso padre de Felicity. Su afición por las armas y su filiación al partido republicano no son mera coincidencia.
Junto a él, su esposa Luella (divertido rol de Daniela Sarfati) quien, casi siempre, anda perdida entre memorables frases de obras de teatro, configuran un escenario imposible. Más aun, si se sabe que el reverendo Mike (Óscar López Arias), quien casó a los jóvenes, suele filmar películas porno en sus ratos libres. O viceversa.

Espías a la orden
Si bien la primera parte de “¿Qué tortura?” es un tanto expositiva por lo escrito, el segundo acto recupera el ritmo por el humor negro impuesto en algunos temas que de otra forma serían muy incómodos. Por ejemplo, la xenofobia, sospechas, desconfianzas hasta llegar a la confusión que convierte a Zamir en terrorista.
Ello obliga la aparición de Hildegarde (Masha Chávarri) y Looney Tunes (Luis Alberto Urrutia), los agentes del Gobierno de la Sombra, para evitar graves atentados. Las voces de Chávarri –una espía gaga y torpe– y Urrutia –quien es voz en off en varios pasajes– son eficaces gags a lo largo de la obra. 
“¿Qué tortura?” es un montaje divertido que aprovecha la ironía y el sarcasmo de Durang (buen trabajo de traducción) y las actuaciones de un elenco bien dirigido. De ese modo, se sitúa como una reflexiva alerta de las sociedades inseguras y aterradas, en la que sospechosos y suspicaces intercambian sus roles con facilidad.
Todos ocultamos algo. Y ese reflejo no es inherente a los Estados Unidos, a pocos días de sus decisivas elecciones, sino que está presente en otros rincones del planeta en los que habita el temor y el prejuicio.

Crédito de fotos: Plan 9 / Enrique Valdez

DATO: Plan 9 estrenará en marzo del próximo año “Sueños de un seductor”, de Woody Allen. La puesta será dirigida por David Carrillo y en el elenco figuran Manuel Gold, Alina Ferrand, Joaquín de Orbegoso y Pietro Sibille.

Ficha técnica:
“¿Qué tortura?”, de Christopher Durang.
Dirige: David Carrillo
Asistencia de dirección y traducción: Marianella Pantoja.
Actúan: Daniela Sarfati, Oscar López Arias, David Carrillo, Masha Chávarri, Luis Alberto Urrutia, Óscar Meza y Vania Accinelli.
Lugar: Teatro Larco (Av. Larco 1036, Miraflores)
Las funciones van de jueves a lunes a las 8pm. Los domingos a las 7pm.
Más información en Plan 9 o su página de Facebook.

lunes, 22 de octubre de 2012

Burlando a la muerte

¿Hay alguna forma de evitar el llamado de la muerte? Al parecer, eso creen los dos desdichados personajes de “¡A ver, un aplauso!”, pieza escrita por César de María y exhibida hasta esta noche –acabará su temporada con una función especial– en el auditorio del Museo de Arte de Lima (MALI).
En ella, Tripaloca (Manuel Gold) y Tartaloro (Nicolás Galindo), dos payasos callejeros, reciben la visita de dos extraños emisarios. Aseguran venir en nombre de La Muerte, aunque parezca una broma. Pero no. Vienen a llevarse a Tripaloca, quien sufre de TBC y como artista de la calle vive en la pobreza de una Lima desilusionada.

Bromas macabras
Roberto Ángeles, director de esta puesta, retoma una historia de César de María. Unos meses antes había presentado una evocadora y bien lograda “Laberinto de monstruos” en el Teatro Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional de San Borja.
Ahora lleva a escena una obra escrita en 1984 reflejando el lado popular de los payasos de la calle. Basta ver los pasajes y coreografías de salsa y el crudo lenguaje callejero (que podría haberse depurado un poco, sin perder la esencia) de sus personajes, muy bien delineados, por cierto.
Gold destaca por su destreza en papeles cómicos y lo demuestra con su Tripaloca. A su lado, el Tartaloro de Galindo es buen equilibrio, por momentos, ágil y atrevido y, por lo general, chillón –por su voz– y enternecedor. Un detalle a cuidar: los payasos de la calle suelen estar muy pulcros para ser los descritos en la obra.

El mejor recurso
Como si se tratara de una lógica oscura, los dos lúgubres mensajeros fueron payasos. Interpretados por Gabriel Iglesias y Daniela Baertl (alumnos del taller de formación actoral de Ángeles), cumplen su función como los emisarios que deben escuchar las historias que Tripaloca cuenta y Tartaloro escribe en una libreta, artilugio utilizado para evitar el designio.
Ambos, además, realizan una serie de roles que no decaen a medida que avanza la obra. Dos escenas divertidas tienen a Iglesias, por ejemplo, como un chamán amazónico tras las rejas y a Baertl como una bailarina de night club enamorada de Tripaloca.
Volviendo a los protagonistas, los dos personajes recrean las esperanzas, las suyas, las de su público, el de la calle, el de la platea, el de hoy y, quizá, el de mañana. Con esta premisa –vital en el texto de De María–, el montaje saca ventaja a pesar de que ciertos momentos de drama parecen perderse bajo la contagiosa comicidad de sus personajes.

Imperdible. Antes de la última función de “¡A ver, un aplauso!” (8pm) se presentará “Laberinto de monstruos” (6pm), pieza dirigida por Ángeles hace unos meses en el teatro Mario Vargas Llosa de la BNP. Luego habrá un conversatorio con los dramaturgos peruanos César de María, Gino Luque y Eduardo Adrianzén.

Crédito de fotos: Daniela Talavera

Ficha técnica
“¡A ver, un aplauso!”, de César De María
Dirige: Roberto Ángeles / Asistencia de dirección: Haysen Percovich
Actúan: Manuel Gold, Gabriel Iglesias, Daniela Baertl y Nicolás Galindo
Lugar: Teatro Auditorio del Museo de Arte de Lima - MALI (Parque de la Exposición s/n Lima)
La temporada acaba el 22 de octubre
Más información en el evento o en la página del MALI.

martes, 2 de octubre de 2012

Fugaces recuerdos


“Un verso pasajero” es un ejercicio poético –e intuitivo– sobre la soledad y los riesgos de una comunicación esquiva. Fue la primera obra escrita por Gonzalo Rodríguez Risco y estrenada el 14 de noviembre de 1996, luego de ganar el Primer Festival de Teatro Peruano Norteamericano auspiciado por el ICPNA ese mismo año. 
Tras dieciséis años, la obra –con una revisión del autor– regresó a escena, esta vez, al Centro Cultural El Olivar (estuvo hasta el 30 de setiembre). Es curioso que este montaje haya retomado nuevamente a Carlos Acosta, quien lo dirigió en 1996, con dos desafíos: demostrar su madurez de director y revitalizar una puesta de mediados de los noventa en los días del 2012.

Silenciosas confesiones
Este pequeño drama, de poco más de una hora, posee un dilema sutil, quizá, demasiado para los primeros veinte minutos de la puesta. Javier (buen protagónico de Luis Alberto Urrutia) ha quedado en estado de coma tras sufrir un accidente de auto.
Desde entonces, su padre Don Alfonso (Carlos Mesta), su madre Doña Consuelo (Lilly Urbina, quien participó en el elenco original) y sus hermanos Felipe (Willy Guerra) y Angélica (Vera Castaño) lo visitan tarde a tarde al hospital.
Todo ellos son personajes solitarios e incapaces de comunicarse, aunque los retratos familiares digan lo contrario. Tiempo después y creyéndolo inconsciente, empiezan a revelarle pasajes ocultos de sus vidas, buscando, a lo mejor, el alivio de una confesión sin reproches. Ninguno sospecha que Javier los puede oír.

Espacios de soledad
Sobre esta comunicación fallida –una que no funciona en la familia, aunque sí en la propuesta de Acosta– se construye la acción central de “Un verso pasajero”. En este vacío surge un extraño vínculo que libera a los confesores y devasta a Javier, su inevitable interlocutor.
Eso se refleja en los monólogos sinceros –una colección de insospechados dilemas existenciales– y en los súbitos momentos de introspección de Javier. Episodios bien sostenidos con la actuación de Urrutia (desde su cama), los cambios de acción guiado por las luces y una escenografía acorde.
Junto a estos aciertos, el texto de Rodríguez Risco retrata y crea sutiles alegorías –algunas psicológicas– sobre las vicisitudes surgidas en torno al estado de coma, eludiendo los clichés. Con tales elementos y buenas interpretaciones del elenco, la dirección salva el conflicto ausente de los primeros minutos y ofrece una puesta plausible e interesante.

Drama en dos idiomas
Gonzalo Rodríguez Risco (Lima, 1972) es traductor, dramaturgo y guionista graduado de la Yale School of Drama, con una maestría en Escritura Dramática. Actualmente dicta cursos de escritura teatral en Aranwa Teatro y es autor de un buen número de textos dramáticos.
Entre sus obras en español está, por ejemplo, “La manzana prohibida”, “Juegos de manos”“Hoy prometo no mentir“Asunto de tres”, “Mal criadas” (en coautoría con Diego La Hoz), entre otras; mientras que en inglés ha escrito “Journey to Santiago”, “Threesome”, “Expiration”, “Gay Play”, Father/son y otras piezas más.
Finalmente, el año pasado escribió el libreto de “Carmín, el musical”, dirigida por Joaquín Vargas en el Teatro Marsano, así como “Dramatis Personae”, dirigida por Erik Pearson y presentada Off-Broadway en el Teatro Cherry Lane de la ciudad de Nueva York.

Crédito de foto: Sandra Elías

Ficha técnica:
“Un verso pasajero”, de Gonzalo Rodríguez Risco
Dirige: Carlos Acosta
Actúan: Luis Alberto Urrutia, Lilly Urbina, Carlos Mesta, Willy Guerra y Vera Castaño
Una producción de Quinta Pared Teatro

sábado, 29 de septiembre de 2012

Los límites del delirio

A veces, la imaginación deja de ser un simple ejercicio de abstracción y se convierte en pasaporte para una fuga perfecta. En “La razón blindada”, texto escrito por Arístides Vargas (Córdoba, 1954) es, en realidad, el único desvío posible para salvar del monótono encierro a De la Mancha y Panza, sus dos excéntricos personajes.
Desde trincheras idealistas, ambos inician, enredan y desarrollan pequeños episodios siempre a espaldas de sus celadores. A través de ellos, mutan su condición real de presos por la de imaginarios aventureros listos a recorrer llanuras poco pacíficas o continentes distantes en los pocos metros cuadrados de libertad por los que transitan.

Cautivante locura
Esta sensación impregnó la última función de la segunda temporada de “La razón blindada”, dirigida por Marco Otoya. Luego de casi un año de su temporada de estreno, este montaje de Panparamayo Teatro regresó a El Galpón Espacio de Pueblo Libre con una maduración notable.
Jorge Bardales, como De la Mancha, Sandro La Torre, a veces, Panza, el galgo Toribio e, incluso, Rocinante, ofrecieron una vertiginosa y ágil interpretación acompasada al ritmo de una dramaturgia brillante y cargada de divertidas metáforas e ingeniosos argumentos. En sus conversaciones –con momentos lúcidos y delirantes– se desafía el poder externo: unos intimidantes ojos plasmados perfectamente con proyecciones de video.
Y, aunque durante la obra se desconocen las razones de su reclusión, todo se sostiene en el anhelo de la libertad: para soñar, imaginar y, por qué no, cuestionar y burlarse de la realidad. Todo esto sucede cada domingo, el único día en que es posible conspirar con cierta facilidad.

Desafiando el riesgo
El discurso de Vargas combina los desbordes irracionales de las recreaciones quijotescas a sus experiencias como el exilio –lo sufrió durante la dictadura militar– o la represión. Por eso esta curiosa alegoría funciona tanto en las escenas de penumbra, mientras se proyectan escenografías, como bajo la luz y ante la presencia de las miradas centinelas.
En esta batalla de adalides y soñadores, el director de la puesta suma un desafío. Otoya confiesa en el programa de mano que “este proyecto surgió de un momento a otro en una época en la que tenía muchas ganas y mucho interés por dirigir, pero también mucho temor por el hecho de que no soy director”.
Sin embargo, este riesgo es bien correspondido en escena. Bardales y La Torre salen en busca de aventuras sobre sillas móviles, armados de cacerolas, tenedores, sutilezas e ironías, mientras que, desde las butacas, el juego de voces y personajes queda al deleite de la imaginación.

Crédito de foto: Luciana Arispe / Panparamayo Teatro

Ficha técnica
“La razón blindada”, de Arístides Vargas
Dirección: Marco Otoya
Asistencia de dirección: Jimena Leyva
Elenco: Sandro La Torre y Jorge Bardales
Escenografía: José Rodríguez
Producción ejecutiva: Ana Claudia Moca
Producción general: Panparamayo Teatro

martes, 25 de septiembre de 2012

La nariz solitaria

En el callejón de una gran ciudad, esa mole de concreto impersonal y decorada de pálidos sueños y colosales edificios, se ha refugiado una solitaria y anónima payasa. Desde este solitario paisaje urbano sucede una y mil veces un juego pícaro de ausencias y recuerdos, en clave de clown, titulado “Mi querida neurosis”, puesta que despide su brevísima temporada esta noche en el Teatro del Centro Cultural PUCP de San Isidro.
Fiorella Kollmann, su protagonista incógnita, se convierte en la guía de una historia sin una línea argumental concreta, aunque construida con episodios de ternura, alegres arrebatos, ratos de locura (¿neurosis?) y mucho humor negro que capturan la vista –y los sentidos– de todo transeúnte-espectador que, por casualidad, cruce por su modesta guarida.

Reciclando la vida
Dirigida por Paloma Reyes de Sá, la alegre payasa –lo es a pesar de los enternecedores episodios que vive– disfruta sus días en su pequeño reino. Gira una rasgada sombrilla china, enciende y apaga una vieja lámpara, pasea entre un violín sin cuerdas y una guitarra despanzurrada hasta tropezar con una radio antigua que parece escapar a la lógica del delirio que impregna el lugar.
Cada uno de estos objetos y otros artilugios más –algunos inimaginables, por cierto– son el inicio de pequeñas y febriles historias. Pero va más allá y, como es natural en el formato del clown, el personaje de Kollmann supera la barrera entre el escenario y el público para compartir sus inquietudes y obsesiones, mientras se revela, al mismo tiempo, como una persona feliz, a pesar de la soledad y el olvido que la rodean. En esta parte del espectáculo aparece el público.


Lenguaje eficaz
Es destacada la manera en la que la ausencia de texto –el borrador original nació como un guión de acciones y muy pocas palabras– potencia los gestos, pequeñas coreografías y otros recursos como las luces y la música. Los improvisados chistes, acertados comentarios graciosos y enredos de vestuario trazan interesantes cuadros de un humor que, sin llegar a lo grotesco, es suficiente para dibujar una sonrisa o generar una carcajada.
Finalmente, es ingeniosa la inusual forma del programa de mano: un pequeño diario con noticias centradas en las travesuras de la payasa en un mercado de la ciudad. De ese modo, transcurre esta breve puesta, de sólo una hora, hasta que su incomprendida y neurótica heroína decide poner fin a su juego de lucidez-locura y retorna a la extraña quietud de sus días.

Vuelve: "Mi querida neurosis" se presentará el martes 11 de diciembre en la Plazuela de las Artes (Jr. Ica 377, Centro de Lima). El ingreso es libre.

Actriz tras la nariz
Fiorella Kollmann es una artista a tiempo completo. Es actriz, directora, clown profesional, clown hospitalario y consultora en comunicaciones. Ingresó al mundo de las artes escénicas a través de la Escuela BolaRoja (Perú) y luego continuó su exploración de la técnica del clown en la Escuela Gallu (Alemania), donde presentó algunos montajes como “Hombres en venta”, “Quién sabe” y “Story Telling Show”.
“Mi querida neurosis” es una realización suya en colaboración con Paloma Reyes de Sá en la dirección de escena. Esta puesta fue estrenada en el Centro Cultural El Olivar en 2009 y tuvo una pequeña temporada de dos meses. Luego participó en diversos festivales de clown en Brasil, Colombia y, hace poco tiempo, estuvo en Portugal.

Crédito de fotos: Galería Fiorella Kollmann

Ficha técnica
“Mi querida neurosis”
Dirige: Paloma Reyes de Sá
Lugar: Centro Cultural PUCP (Av. Camino Real 1075, San Isidro).
Entradas: S/. 25 (general), y S/. 15 (estudiantes, comunidad PUCP, pasaporte cultural y jubilados) S/. 15.
La corta temporada acaba el miércoles 26 de setiembre.
Más información sobre puestas y cursos en el blog de Fiorella Kollmann.

domingo, 29 de julio de 2012

Crisis de normalidad

“Toc toc” es una gratísima comedia que describe la difícil convivencia en un mundo de manías y obsesiones. El texto escrito por el francés Laurent Baffie (Montreuil, 1958) y estrenada en 2005 es un agudo diagnóstico para quienes intentan encajar en una sociedad que se jacta de ‘perfecta’.
Juan Carlos Fisher, “un outisder”, como él mismo se describe en el programa de mano, adapta –junto a Rómulo Assereto– y dirige esta puesta sin mayor inconveniente. El resultado es una divertida e ingeniosa revisión de trastornos psicológicos, algunos más comunes que otros, que, rara vez, notamos… hasta que alguien más aparece.


Galería de manías
En “Toc toc” seis personas han coincidido en un consultorio, su última esperanza para curar sus extrañas fobias y compulsiones. Aunque reacios en un principio, cada uno de ellos irá contando el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) que lo aqueja, mientras aguardan al doctor.
Es así que Fred (Alfonso Santistevan) sufre del Síndrome de Tourette y no puede dejar de lanzar lisuras; Camilo (Renzo Schuller, en un papel bien resuelto física y mentalmente), quien está fascinado por los cálculos o la aritmomanía; y María (Wendy Ramos), mujer que no resiste la manía de revisar su cartera una y otra vez.
Luego llegan a la consulta, Lili (Gianella Neyra), a quien desquician los lugares poco aseados, Ana (Melania Urbina en un divertido rol), una chica que suele repetir sus frases –sin importar su extensión o dificultad–; y Otto (Bruno Ascenzo), un joven obsesionado por la simetría e incapaz de pisar las rayas en el suelo.


Un mundo diferente
A simple vista, resulta difícil no sentirse identificado con alguno de estos personajes. Ello es crucial en una puesta de un solo acto y poco más de dos horas, pero existen dos factores clave en escena: la ausencia de valoraciones  y juicios (ninguno de los protagonistas tiende a juzgarse entre sí) y un inteligente manejo de la intriga.
Este recurso, utilizado perfectamente en obras como “El método Gronhölm”, del catalán Jordi Galcerán, exhibida en el Teatro La Plaza ISIL (2009); aparece en “Toc toc” a modo de pistas y señuelos eficaces que intentan explicar la prolongada ausencia del doctor. Con estos claves, la acción no decae, a pesar de los repetitivos gags y reacciones.
Así, logra desarrollarse la cohesión de los pacientes y su infructuosa convivencia, escenificada con una inolvidable partida de Monopolio. Pero, más allá de esta graciosa lista de cuadros clínicos, “Toc toc” (el reciente proyecto de Los Productores) es un ineludible –e incómodo– reflejo de los prejuicios sociales. Aquellos que no aceptan el ser diferente como una opción y abogan por vivir bajo ‘criterios’ de normalidad.

Crédito de fotos: Los Productores

Ficha técnica
“Toc toc”, de Laurent Baffie
Versión española de Julián Quintanilla
Dirige: Juan Carlos Fisher
Adaptación: Juan Carlos Fisher y Rómulo Assereto.
Actúan: Alfonso Santistevan, Renzo Schuller, Wendy Ramos, Gianella Neyra, Melania Urbina, Bruno Ascenzo, Melissa Giorgio.
Lugar: Teatro Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional del Perú (Av. De la Poesía 160, San Borja).
La temporada acaba el 20 de agosto.
Entradas en Teleticket.

viernes, 27 de julio de 2012

Cazando ilusiones

Alguna vez los únicos problemas de la vida eran los escritos sobre papel cuadriculado, entre signos y fórmulas. Más de uno hubiera dado cualquier cosa por conocer alguna forma más rápida de resolver ecuaciones sin tener que estudiar. Reconozco que esa idea me fascinaba desde niño.
Con esta curiosa premisa inicia “Un deseo para Virginia”, pieza escrita y dirigida por Katiuska Valencia. Hasta hace unas semanas, este encantador montaje para niños –y para los más grandes– jugaba con la ilusión que despiertan los deseos desde un rincón evocador: la Asociación Cultural Tránsito de Barranco.



Una niña traviesa
A Virginia (Alexa Centurión) no le gustan las matemáticas. A menudo, es reprendida por su madre (Jimena Ballén Tallada) y, por si fuera poco, ha notado que su tierna abuelita (Tania Pezo) ya no luce tan saludable como antes. Por eso, cada vez que puede busca estrellas fugaces y pide deseos que resuelvan sus dilemas.
Pero los astros fallan y la inquieta niña huye de casa. En esa aventura conoce a niños distintos a ella: algunos trabajan como si fueran adultos y otros, en cambio, viven las dificultades de la calle. Sonriente, aunque un poco desilusionada, Virginia descubre lo que afortunada que es. Claro, sin dejar de creer en los deseos, aunque bajo otra perspectiva.



Reflejo de la vida
En “Un deseo para Virginia” es curioso observar –y recordar– la infancia desde los ojos de una niña de diez años (Virginia avista estrellas con sus binoculares). Pero es más interesante la manera en que el público se conecta con ella. Por ejemplo, el viaje narrativo de la obra –escena a escena, a través de la colorida casa de Tránsito– presentando a curiosos personajes.
Además, la protagonista y sus amigos (Tania Pezo y Fito Bustamante, en unos de tantos roles) se lucen en los pasajes musicales. Sus canciones destacan por la simpleza de sus letras y el agradable acompañamiento (y el arreglo) musical de Laura Arroyo en el piano, vitales para construir un espectáculo bastante ágil y ameno.
A pesar de los años, siempre habrá algún rincón en el que se conserve un poco de niñez. Y si, de casualidad, no lo encuentra, puede ver puestas infantiles que, como en “Un deseo para Virginia”, son un buen ejercicio para recordar, entre sonrisas, la alegría de una edad añorada.



Crédito de fotos: Tránsito Asociación Cultural

Ficha técnica
“Un deseo para Virginia”, de Katiuska Valencia Piñán
Dirigida por Katiuska Valencia Piñán
Actúan: Alexa Centurión, Jimena Ballén, Tania Pezo y Fito Bustamante
Música en vivo: Laura Arroyo Gárate
Diseño y realización de vestuario: Mariana Álvarez del Carpio
Diseño y realización de escenografía: Carola Gutiérrez Paz
Producción general: Tránsito - Vías de Comunicación Escénica

domingo, 15 de julio de 2012

A ritmo de Hairspray

Una curiosa revolución mediática gestada a inicios de los años sesenta se describe en “Hairspray”. La televisión de aquella época había reservado el glamur de las luces y cámaras a artistas blancos y las bailarinas de gráciles figuras, ignorando a los artistas afroamericanos o chicas que no calificaran bajo esas exigencias estéticas.
La historia, que podía haber sucedido en cualquier ciudad con parámetros sociales suficientemente rígidos, fue situada por el cineasta John Waters (Maryland, 1946) en su natal Baltimore al rodar su película “Hairspray” en 1988. Tras ser adaptada para Broadway, en el 2002, el musical llega a Lima como la primera apuesta escénica de Los Productores.


Los difíciles años 60
El texto fue escrito por Mark O’Donnell y Thomas Meehan, quienes fueron asistidos por Marc Shaiman y Scott Wittman en la música y letra. La actual propuesta es dirigida por Juan Carlos Fisher (Lima, 1981), quien conoce muy bien este género: “Una gran comedia romana” (2008), “La jaula de las locas” (2010) o “La chica del Maxim” (2011).
En “Hairspray” una alegre adolescente de Baltimore, Tracy Turnblad (Oriana Cicconi) decide audicionar en el Show de Corny Collins, un popular programa juvenil. Su anhelo –y encanto para bailar– la convertirán en el centro de enemistades e intrigas que, por cliché, abundan en los canales de televisión.
La situación se complicará cuando se enamora de Link Larkin (Jesús Neyra), el galán de moda y planee acabar con la segregación racial a través de un baile televisado. Bajo esta fórmula bien definida, visos de comedia y enredos cantados –y coreados por el público–, “Hairspray” asegura una velada de energía y entretenimiento en el Teatro Peruano Japonés.


Entre ritmos y colores
Aquí es preciso analizar “Hairspray” desde dos ópticas. Como musical, es un impecable montaje ganador de seis Premios Tony. En sus dos actos –y cerca de tres horas–, se compaginan perfectamente los pasajes actuados y musicalizados. Es de destacar la dirección musical de Pedro Luis Pacora y los 15 músicos de la orquesta.
Ellos interpretan las pegajosas melodías –rock n’ roll, twist y otros géneros–, que guían la acción en el escenario. Junto a ello, la estética visual (Laura Quijandría) y el vestuario (Ani Álvarez Calderón) nos sumergen en la cálida sicodelia de 1960, mientras que la escenografía móvil y colorida, diseñada por José Bauer, se convierte en un ágil recurso para los rápidos cambios de escena.


Detrás del musical
Si se observa a “Hairspray” desde su pertinencia escénica, saldrá a la luz una audaz e ingeniosa pieza teatral. Y, aunque su naturaleza musical de por sí le resta fuerza a su bienintencionado mensaje: una denuncia de los excluidos en el show business, no deja de llamar la atención que en el elenco actores blancos aparezcan maquillados para interpretar los roles de los bailarines negros.
Al margen de este detalle, la acción se mantiene de inicio a fin, pero las breves pinceladas de drama se desvanecen y sucumben ante divertidas coreografías. Quizá, por eso, el prejuicio que pinta a los musicales de ‘teatro ligero’. Sin embargo, a pesar de la menor exigencia interpretativa, existe un mayor requerimiento para el canto y el baile que los 36 artistas (cuatro de ellos seleccionados en un casting a fines del 2011) demuestran con gratos resultados en el escenario.
Como sucede en Lima desde hace años, “Hairspray” es una oportunidad para ver a reconocidos actores y actrices en facetas y destrezas poco frecuentes. Es lo bueno de ver un musical: pasar un rato ameno, reírse o disfrutar de pegajosos estribillos, sin mayores pretensiones.


Crédito de fotos: Leonel Ortiz

Ficha técnica
“Hairspray”, escrito por Mark O’Donnell y Thomas Meehan
Música: Marc Shaiman
Letras: Marc Shaiman y Scott Wittman
Dirige: Juan Carlos Fisher / Dirección Adjunta: Raúl Zuazo
Actúan: Oriana Cicconi, Sergio Galliani, Gisela Ponce de León, Rossana Fernández-Maldonado, Jesús Neyra, Paul Vega, Rómulo Assereto, Lorena Caravedo, Bettina Oneto, Luis Baca, Patricia Portocarrero, Nicolás Fantinato, Ebelin Ortiz, Shantall Young, Adriana Quevedo, Andrés Salas, Patricia Barreto, Daniela Camaiora, Juan Carlos Rey de Castro, María Grazia Gamarra, Braulio Chapell, Cynthia Calderón, Manuel Carreras, Katheryne Mendoza, Pedro Ibáñez, Juan Pablo Lostannau, Sandra Begué, Alejandra Sánchez, Eric Grijalva, Gina Yangali, Miluzka Eskenazi y Roberto Calumani.
Lugar: Teatro Peruano Japonés (Av. Gregorio Escobedo 781, Jesús María)
Funciones: De jueves a sábado a las 8 pm. Domingos a las 6 pm.
La temporada acaba el 16 de agosto.
Más información: Los Productores