Hace unas semanas, “Laberinto de monstruos” desempolvó
una cajita de recuerdos guardada en 1975. Durante las fiestas patrias de ese año,
el gobierno militar viró su rumbo, pero el país, esta vez en manos del general
Francisco Morales Bermúdez, seguía a la deriva.
Perú ganó su segunda Copa América a ritmo de valses criollos, aunque en las radios la melodiosa voz de Eduardo Franco, líder de Los Iracundos,
solía regocijar los solitarios corazones. Eran otros tiempos.
Y eran otros los muchachos que corrían –y
tropezaban– por sus calles en busca de sueños e inquietudes. En aquella Lima de
circos y ferias, el dramaturgo César de María (Lima, 1960) sitúa la curiosa aventura
de un grupo de amigos que encuentra su primer trabajo.
Identidad
escénica
La historia es narrada en dos momentos: en 1975
y 1988. Leo (Fernando Luque) recuerda, a veces, con una voz juvenil y, en otras,
con grave adultez, cómo un extraño suceso lo cambió para siempre. Y con él, las
vidas de sus camaradas: Danny (Juan José Espinoza), Memo (Carlos Casella Casella)
y Fernandito (Nicolás Valdés), el menor del grupo y más ingenuo.
Cierto día, la collera, incluida Jenny (Jely
Reátegui), es contratada por el dueño de una feria (Gabriel Iglesias) como los
monstruos del laberinto. A pesar del mezquino sueldo, los muchachos aceptan el trabajo sin saber que se acercan a los albedríos de la adultez. Pero, en lugar de superar etapas,
buscan una salida rápida y deciden robar la misteriosa maleta del Loco James (Eduardo
Ramos).
Es aquí donde los jóvenes son puestos a prueba y
su decisión los podría convertir en verdaderos monstruos. Experimentan así una metamorfosis
axiológica y emocional. De forma sutil, De María vincula la indefinición de sus
personajes con la aspiración trunca de construir la identidad peruana en el
convulso año de 1975.
Evocador realismo
“Laberinto de monstruos” posee actuaciones sólidas.
Un gran mérito para un elenco debutante: todos son actores recientemente egresados
del Taller de Actuación de Roberto Ángeles, quien dirige la puesta. Un montaje
con muy pocas desatenciones y pasajes emotivos que no diluyen la acción en la
hora y media que dura esta obra.
Otro de los aciertos del “Laberinto…” es que su escenografía
fue pensada para ser imaginada antes que expuesta. Al escenógrafo Eduardo
Camino –quien trabajó el decorado escénico de “Astronautas”– le bastó disponer unas
versátiles cajas decoradas con las ‘Marca Perú’ de la época: los chocolates Sublime,
Inca Kola o los desaparecidos refrescos Bimbo.
La musicalización y la coreografía son destacables.
La escena de la fiesta del quinceañero –entre valses, salsas y pasos de twist– no
deja de ser graciosa y entrañable. Quizá, por eso, para quienes vivieron a
plenitud esos años, la propuesta podría resultarles nostálgica y para quienes
no (los nacidos en alguna década posterior como yo), sencillamente, podrán disfrutar
de esa atmósfera sin sentirla distante o anticuada.
Los monstruos
viajan
En un inicio, el elenco de jóvenes actores “Laberinto
de Monstruos” se presento en el Teatro Auditorio Mario Vargas Llosa de la
Biblioteca Nacional del Perú. Luego iniciaron sus presentaciones en el ICPNA de
Arequipa (1, 2 y 3 de junio) y posteriormente en el Teatro Municipal de
Trujillo (8, 9 y 19 de junio).
Este miércoles 20 de junio se presentará esta
puesta en una última función especial a las 8 de la noche en el Auditorio de la
Escuela Naval La Punta (Calle Medina s/n La Punta, Callao). La entrada es libre.
Crédito de fotos: Carlos Galiano / Laberinto deMonstruos
Ficha
técnica
“Laberinto de monstruos” de César de María.
Dirige: Roberto Ángeles.
Actúan: Fernando Luque, Juan José Espinoza,
Nicolás Valdés, Carlos Casella Casella, Gabriel Iglesias, Jely Reátegui,
Eduardo Ramos, Renato Rueda.
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