domingo, 17 de octubre de 2010

Elección de un vencido

Ser hábiles en algo debería ser la clave para obtener lo que anhelamos. Un buen trabajo, una bonita casa, una pareja comprensiva, en resumen, todo para una vida tranquila. La idea seduce desde la teoría, pero sobre el pizarrón de ensayo de Alberto (Henry Sotomayor) el resultado no se asoma al esperado.

Desde hace siete meses viene gastando su hábil talento de vendedor en entrevistas sin éxito. En casa el panorama no es el mejor. Su madre enferma (Ximena Arroyo) necesita medicamentos y, como si fuera poco, debe solventar los estudios universitarios de Laura (Mayella Lloclla), su hermana menor.

Con deudas y fingiendo un ascenso en su ficticio trabajo, Alberto desea poder resolver todo pero, en su intento,  logra enredarse en un romance furtivo con Ana (Karina Jordán), esposa de su jefe y amigo, Jorge (Paul Ramírez). Cerca a su vecindario, mientras tanto, aparecen cadáveres cerca a un parque custodiado por un entrañable anciano (Enrique Victoria). Esta es la atmósfera que nos presenta “Cacúmenes”. Y eso que aún no llegamos al límite de las cosas.



El hombre actual
La obra fue escrita por Alejandro Alva y resultó ser ganadora del IX Festival de Teatro Peruano Norteamericano de 2008. El autor ha reconocido a su pieza teatral como “una crítica inteligente al progreso técnico, a la racionalidad desgastada, a la alienación intransigente, en resumen, al conflicto posmoderno del hombre”.

Su apunte se centra en Alberto, joven empeñoso y brillante en ventas, pero sometido a una insensible jerarquía laboral que le escatima oportunidades. Sabe que merece mejor suerte, pero su inseguridad, quizá por la ausencia de su padre, lo lleva por caminos sinuosos, acaso una alegoría entre la cordura y la locura.

Su hermana, Laura, en cambio, ha acabado el colegio y se considera una alumna aplicada, pero decide rebelarse a ser un eslabón más en esa cadena de inconformidad y competencia que deshumaniza. Y empieza en su propia casa, en una relación tirante con su madre.



El dilema de la locura
La tensión –llegando a la angustia, en algunos casos– de cada escena aviva los dilemas en el orden familiar, de parejas o entre seres, extraños u atormentados, como el anciano del parque o el detective (Iván Chávez) y su novia (Katia Salazar). Y se intercalan episodios donde la ‘conciencia’ de Alberto  (Yazmin Londoño y Dante Marchino) se manifiesta como un mecanismo de alerta psicológica ante el temor, la indecisión o la culpa por los crímenes cometidos.

Con buenas actuaciones –destacados Enrique Victoria y Henry Sotomayor– y un final súbito y precipitado por los extremos que alcanza la obra, “Cacúmenes” se presenta hasta este domingo 17 de octubre en la Asociación de Artistas Aficionados.

Un dato que agregar que el 2008 la puesta fue codirigida por Emilram Cossío y Haysen Pércovich, éste último es acompañado por Ximena Arroyo, como directora adjunta, en esta breve temporada.

Fotos: Asociación de Artistas Aficionados

viernes, 10 de septiembre de 2010

Primer Acto


En el escenario del teatro todo es posible. Eso lo saben un actor o una actriz, ambos juegan con la idea de soñar y ser soñados, de reflexionar a ser objeto de reflexión, de elegir escapar o, en consecuencia, quedar atrapados. Yo prefiero situarme en una butaca y disfrutar del papel que cómodamente me toca interpretar: ser espectador. E imaginar.



I

La decisión había sido tomada: el frasco de píldoras lucía ahora vacío. Por una ventana circular, la luna sonríe mientras dos hombres abandonan sigilosamente la alcoba de una casa abandonada. Salen sin prisa y sin notar que alguien los está observando.

II

El carcelero ha traído unas revistas para sus únicos amigos: los dos presos que custodia. No hay mejor forma de soportar la vida en prisión que conversar y leer, le dicen. El plan va bien, susurran, cuando el guardia sale. Ignoran que alguien los escucha.

III

Pocos lugares solían ser tan tranquilos como el parque o el museo del pueblo. La oficina postal, cerca a la plaza, perdió ese encanto cuando apareció un misterioso paquete. Su destinatario, un anciano filatelista, podía morir tranquilo. Alguien conocía por fin su secreto.

Y es que En el escenario –o desde las butacas de una sala– resulta improbable contrariar esa idea, pero antes de continuar será mejor guardar silencio que una nueva obra está por empezar. Eso sí, sigamos imaginando.