Tras una fructífera temporada, esta noche se
despide “Ifigenia y otras hijas” de los escenarios del Centro Cultural El Olivar. Un impecable montaje con alegorías griegas que ha logrado aterrizar en
estos tiempos con un mensaje vigente y necesario sobre el libre albedrío –si es
que, acaso, existe– en las sociedades modernas, devastadas y reprimidas.
Escrita por Ellen Mclaughlin (Massachusetts, 1957),
esta puesta nos sitúa en una zona de conflicto, con hogares destruidos por la
guerra y complejos dilemas entre sus personajes que, salvo Orestes, son femeninos.
Con tal propuesta, los alumnos de octavo ciclo de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica (TUC) se gradúan de sus estudios y empiezan a brillar en
las tablas peruanas.
Los retos
de “Ifigenia”
El teatro heleno clásico ha inspirado a Mclaughlin
en más de una ocasión. Por ejemplo, para escribir “Ifigenia y otras hijas” la
autora recurrió a tres tragedias de Eurípides (“Ifigenia en Áulide”, “Electra” e
“Ifigenia en Táuride”), aunque ha realizado adaptaciones propias de “Las
troyanas” y “Los persas”.
Quizá, por ello, montarla significó una serie de
desafíos para la directora Katiuska Valencia y su entusiasta elenco. Son notables
los aciertos al adaptar un texto en inglés, traducido por Alberto Ísola, sin
sufrir pérdidas escénicas aún cuando se suele representar “Ifigenia…” en una
hora y cincuenta minutos, en lugar de la hora y media exhibida en Centro Cultural El Olivar.
Y es destacado el esfuerzo de los jóvenes
actores del TUC para lidiar con una obra escrita el siglo pasado con reminiscencias
de tragedias clásicas del 400 a.C. Sus brevísimos y entendibles nervios no fueron obstáculo para construir climas de
tensión, escenas de rivalidad –de todo calibre entre Clitemnestra y sus hijas Electra
y Crisótemis–, así como diálogos de rencor y separación.
Tragedia presente
Bajo estas condiciones y en una escenografía minimalista
y discreta, vemos que Ifigenia ha sido sacrificada por su padre, el rey
Agamenón, como ofrenda a los dioses para la guerra de Troya. A raíz de ello, los
desvaríos de su madre, la reina Clitemnestra (envanecida y, en apariencia, sin sentimientos
de culpa) desencadenan el odio y marcan una fría distancia entre ella y sus hijos.
Hasta un final que reúne a Electra y Orestes, quien
retorna de una guerra en la que luchó por obedecer a ¿su patria?, ¿los dioses?,
¿sus convicciones? Es difícil precisarlo ya que, irónicamente, no parece llegar
la esperada redención y estos personajes culminan como seres marginales
condenados por la sociedad dictatorial, el destino y, por qué no, por sus
conciencias.
Varios siglos después, esos sacrificios se han convertido
en contemporáneos y cotidianos. Los sufrimos día a día en una sociedad que, sin
dioses ni oráculos, ejerce ahora un poder tácito y absoluto sobre nosotros. Y es
que la tragedia griega no ha envejecido, sólo se ha redefinido y renovado como el
joven elenco que nos presenta esta puesta.
Crédito de fotos: Paola Vera / TUC
Ficha técnica
“Ifigenia y otras hijas”, de Ellen Mclaughlin
Dirige: Katiuska Valencia
Actúan: Claudia Tasso, Elena Cabrera, Natalí Zegarra,
Andrea Pajuelo, Gabriela Navarro, María José Quiñones, Fito Bustamante, Kenji Huerta.
Esta noche acaba la temporada en el Auditorio
Centro Cultural El Olivar (Ca. La República 455, San Isidro) a las
8pm.
Producción general: Teatro de la Universidad Católica
(TUC)
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