lunes, 18 de diciembre de 2017

La escena del 2016

Tras siete años en la virtualidad, El escenario imaginado ha alcanzado situarse entre los blogs teatrales de referencia. Hace poco nuestro fanpage superó sus primeros 1000 seguidores y una buena forma de celebrarlo es compartir el esperado balance de artes escénicas 2016 esta vez, a menudo, presentado a inicios de año.
Ricky Tosso y Patricia Barreto en "¡Ay, amor!"
Dada la gran cantidad de puestas de una calidad y diversidad indudables revisaremos los trabajos más destacados reseñados en este blog. A inicios de año, “¡Ay, amor!”, un espectáculo de café–teatro y música en vivo, marcaría la despedida teatral de Ricky Tosso y afianzaría más a la talentosa Patricia Barreto. En este “montaje digno de nostálgicos”, el director Joaquín Vargas recreó los amores de antaño desde la inocencia de dos corazones en una ciudad que se abría al mundo. Meses después, Vargas volvería a la carga con “El montaplatos” del británico Harold Pinter. Una puesta con plausibles aciertos de dirección gracias al uso magistral de la intriga y la incomunicación dados en su dramaturgia.
Alberto Ísola y Óscar Meza en "Almacenados"
Con singular esfuerzo, Juanjo Espinoza y Fernando Luque brillaron en esta “trampa escénica para dos actores y una audiencia” basada en oscuros artilugios y una escenografía “invisible”. Los espectadores no pudieron sentirse defraudados: fue una obra nada complaciente o convencional. Hacia fines de año, se presentó uno de las mejores puestas de la temporada: “Almacenados”, ácida comedia del dramaturgo español David Desola con una solvente dirección de Marco Mühletaler. Esta sólida crítica al arbitrario sistema laboral reunió al, cada vez, más consolidado Óscar Meza y Alberto Ísola en una relación de aprendizaje solidaria y humana.
Mientras que, en “La muchacha de los libros usados”, fábula descarnada de Arístides Vargas, Mayella Lloclla brillaba por la rebeldía de un personaje bien conducido en escena por Mariana Palau. La puesta que dirige con visos alegóricos y minimalistas deslumbra por la riqueza emocional.
Lucía Irurita en "La estación de la viuda"
Por su dinámica y un elenco fraternal (David Carrillo, Adolfo Aguilar y Miguel Álvarez), “Cuerdas” dejó una fuerte huella. La certera dirección de Alejandro Pedemonte convirtió a la obra de la mexicana Bárbara Colio en un espejo de dolores silenciosos y familiares descrito sobre una escenografía minimalista e interactiva.
Y la primera actriz, Lucía Irurita, escogió una delicia costumbrista de Eugene Labiche para cerrar una impecable carrera actoral de más de cinco décadas. “La estación de la viuda”, una comedia–vodevil dirigida con frescura y acierto por Norma Berrade, dibujó sonrisas en medio de una nostalgia inesperada.

LOS NUEVOS AUTORES
En “Deshuesadero” la humanidad se descompone en grises retazos. Y es que Fernando Castro (y la producción de la Compañía de Teatro Físico) convirtieron el texto de Carlos Gonzales Villanueva –galardonada en el Festival Sala de Parto 2014– en un montaje sensorial, asombroso y vertiginoso.
"Deshuesadero"
El excelente trabajo de Diego Cabello y un elenco desinhibido (Telmo Arévalo, Leonor Estrada y Walter Ramírez, entre otros) aprovecharon el humor ácido, las imágenes escabrosas y sensuales, y los diálogos para construir una atmósfera macabra y obscena que sorprendió a propios y extraños.
En “Alter ego”, premiada en Sala de Parto 2014, Carlos Zarpán construyó una perspectiva sobre la identidad sexual a dos voces: un joven y su inseparable muñeco. El director Víctor E. Barco aprovechó muy bien a Paris Pesantes y Gonzalo Candela que, en escena, asoman sincronizados, risueños y valientes.
Las agudas parodias y herejías escénicas del perseverante César Vera van tomando su lugar en nuestras tablas. En “Cuaresma” sopesó ciertos dilemas espirituales a delirios terrenales desde una óptica imperfecta y humana. El montaje original y fresco de Fito Bustamante amagó con irreverencia una deuda movilizadora.
"Bajo la Batalla de Miraflores" 
Aunque reestrenada, “Bajo la batalla de Miraflores”, escrita y dirigida por Paola Vicente Chocano, es digna de comentario. Esta ucronía libre de chauvinismos se vale de un hecho real –la heroica resistencia de Lima– para desnudar la felonía engendrada en la guerra a través de un puesta intrigante que tuvo a Lilian Nieto, Dante del Águila y Angie Ruiz como emisarios de honor.

LA BENDITA COMEDIA
La última etapa de Plan 9 recordará siempre a David Carrillo y Federico Abrill, dupla que combinó experiencia y talento para concebir “Love and Chill”. Esta singular guía para enamoradizos del nuevo milenio fue una muestra de la calidad creativa, timing, y comedias inteligentes y reflexivas que se guardarán en la memoria de quienes extrañaremos el Teatro Larco.
Tirso Causillas comprobó que la hilaridad y el desenfado combinan bien en su dramaturgia. En “Como castigo por mis pecados” –merecido reestreno que Nani Pease dirigió con eficiencia– explotó las posibilidades del amor en una exorcizante terapia que conjuga al propio Causillas y su divertido elenco.
Alejandro Mansilla en "El León"
Inspirada en el inmortal personaje de Shakespeare, “Todas somos Julieta” fue una lúdica irreverencia de las que gusta escribir y dirigir Ricardo Morante. Sus protagonistas son un grupo de muchachas que irradian sus temores, pasiones y secretos en un despliegue coreográfico cuidado y honesto.
Desde el drama “El León”, obra del prolífico Juan Rivera Saavedra, descubrió la carpa de un circo de artistas angustiados. Con tino y solvencia, Miguel Torres delineó una desencantada historia sobre el frágil compromiso de los colegas de Pantalón, un noble payaso estupendamente interpretado por Alejandro Mansilla.

TIEMPO EN FAMILIA
Algunas funciones vespertinas fueron inolvidables. “Mariana y el señor Verde”, escrita por un novel Luis Eduardo Pérez–Albela, demostró que toda historia podría derivar en senderos inéditos y surreales. Vera Pérez Luna, Juan Gerardo Delgado, Jackie Vásquez, Miajil Garvich y Jeshua Falla –a las órdenes de la visionaria Claudia Rua– llevaron el texto a un resultado insospechadamente vibrante.
"Démeter y las cuatro estaciones" de Celeste Viale
Aunque parte de la mitología griega, “Démeter y las cuatro estaciones”, pieza adaptada con elegancia y frescura por Celeste Viale, sumerge al público en un mundo de sensaciones escénicamente atractivas y mágicas. La sobria dirección de Alberto Ísola se apoya en la grandilocuencia y fatalidad del imaginario helénico.
Su elenco lo ayuda significativamente. Steffani Rojas y Janncarlo Torrese –en los roles protagónicos– encarnan la lucha entre la libertad y el implacable destino entre matices, alegorías y una cuidadosa selección musical (Jorge Chiarella, maestro de fino oído) que caracterizan los montajes de Cola de Cometa y Aranwa Teatro.
"Mariana y el Señor Verde"
Gertrude. Una superheroína de nombre peculiar”, por su parte, desafió el universo de héroes y villanos en edad y género. Gina Yangali encarnó a una niña curiosa, valiente y soñadora con que las autoras y directoras Marianella Pantoja y Carla Valdivia salvaron una temporada colmada de imaginación y trabajo en equipo. Y, aunque estrenada en 2015, “El sótano encantado” volvió con fresca sensorial y, curiosamente, original aun cuando su trama era un collage de populares cuentos de hadas. Dirigida por David García Coll, la puesta da saltos irreverentes y libérrimos entre las “realidades” de la historia que explotan la performance con arrebatos bien pauteados de Fabiola Coloma, Tito Vega y Tomás Carreño.

¡QUÉ VIVA EL RIESGO!
Funcional o no, la experimentación es un saludable síntoma de nuestro teatro. “Tu voz persiste”, creación colectiva que despidió sus temporadas en 2016, reverberó desde los ecos infinitos de nuestro criollismo como un puente íntimo en la versátil Casa Recurso en Barranco.
"Tu voz persiste"
Fernando Castro trasladó la exploración de sentimientos impregnados en los valses de antaño hacia su elenco apasionado y afinado (Dusan Fung, Oscar Meza, Andrea Sarango y Pepa Duarte). Desde la Alianza Francesa “La humilde dinamita” es, sin duda, uno de los grandes montajes del año pasado nacido del ingenio inagotable de Marbe Marticorena. Esta pieza coreográfica revisa el terrorismo, la memoria y la armonía de lo andino, con un lenguaje equilibrado, rítmico y sensible, y memorables interpretaciones. Lilian Nieto, César Golac, Leslie Guillén dibujaron más que actuaciones notables: marcaron la escena con un dolor indeleble parido de la violencia.
"La humilde dinamita" de Marbe Marticorena
Otro reestreno, esta vez desde el Club de Teatro de Lima, “remeció” la escena (platea incluida) a su modo. “La niña se mató y punto”, celebrada adaptación de Paco Caparó sobre “La chiquilina se mató y ya está” de la uruguaya Teresa Acosta, desplegó aires de intriga. Caparó encontró una atmósfera predilecta: una tragicomedia social y pertinente que, sobre la caja negra, exploró las posibilidades lúdicas y macabras de su historia con el sombrío elenco de El Sótano. En una aproximación a las artes circense “voló” a escena “Vaivén”.
A través de silencios expresivos y una milimétrica precisión, el director Diego Gargurevich construye un montaje acrobático y evocador que no sólo divierte o impresiona, sino que refleja el sacrifico de sus artífices. Una perfecta muestra de trabajo en equipo que destila compenetración, concentración y destreza fusionada a la poética teatral y corporal.
"Vaivén"
Aunque sutil y discreta, “Nunca llueve en Lima” de Gonzalo Rodríguez Risco trajo al Teatro Británico los riesgos de una improductiva añoranza política colada en vida. Una alicaída familia que, a nivel macro, podría ser nuestra república, vive estancada en recuerdos que la dirección de Alberto Ísola no pudo conjurar del todo. Aun así, la severidad de Carlos Tuccio, los arrebatos de Lucho Cáceres y la fortaleza de Patricia Barreto lograron brillar. 
El mismo caso se aplica para la dupla Renato Rueda y Fernando Luque en el inspirado montaje que Soma Teatro hizo de “Los Justos” del francés Albert Camus. En esa senda, transitó “Kamasutra”, creación construida como un juego colectivo llamado ecriture de plateau (escritura de escenario) que dirige, entre más riesgos que aciertos, el francés Gilbert Rouvière y un elenco que no pierde vigor de inicio a fin, aunque el resultado final se desdibuje por decisiones ajenas a su concepto inicial. Un año de altas y bajas que, a pesar de todo, seduce a nuevos y viejos teatreros.

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