Un pueblo pusilánime e indiferente al frente de un juicio popular. Y un sentido de justicia que se oculta en cientos de caras asomadas desde las graderías de una plaza de toros que, sin argumentos ni beneficios de la duda, deciden la vida (o la muerte), mientras todos miran hacia
el otro lado de la calle.
El director colombiano Jorge Alí Triana presentó en una corta temporada de verano de “Crónica de una muerte anunciada”. Esta
novela del universo mágico y caribeño de su compatriota Gabriel García Márquez fue escrita en
1981, un año antes de recibir el Premio Nobel de Literatura. Y estuvo en reposición hasta hace pocos días en el Teatro
Británico.
Sobre el mismo lugar en el que Alí Triana había presentado “La fiesta del chivo”, de Mario Vargas Llosa, en el 2008, montó una plaza
de toros. Un escenario sombrío que recrea una atmósfera de tragedia inevitable –muy
griega, por cierto– para Santiago Nasar (bien interpretado por Emanuel
Soriano).
Su desgracia comenzó la noche de bodas entre el
próspero Bayardo San Román (Sebastián Monteghirfo) y Ángela Vicario (Nidia
Bermejo, de muy buena actuación). Tras descubrir que su esposa no es virgen, el
joven acaudalado decide devolverla a casa de sus padres.
Al conocerse la afrenta por todo el pueblo, los
gemelos Pedro y Pablo Vicario, (Franklin Dávalos y Óscar López Arias) lanzan amenazas
de muerte sobre Nasar y restituir el honor de su hermana. Desde ahí, se cuenta
una historia con saltos al pasado –tan usuales en García Márquez–, escenas costumbristas
y marcados prejuicios de un pueblo que espera la visita del obispo.
Las dos tradiciones
Aunque la obra posee una fuerte identidad
latinoamericana, se vale de la tradición clásica helena. Está el concepto de
destino inevitable y la presencia de un coro, típico en las tragedias griegas (el
pueblo entero), responsables de cantar los sucesos alrededor del joven Nasar.
Quizá por ello, el director colombiano ha
definido este montaje como “una tragedia grecocaribeña”. Sin embargo, la puesta
no desperdicia elementos del Realismo Mágico y suma a ella una idiosincrasia latinoamericana
en la que persisten las creencias conservadoras, las tradiciones familiares –los
matrimonios– y el machismo.
Drama de una madre
Salvo los personajes descritos párrafos arriba,
el resto del elenco (alrededor de quince actores) comparte dos o más papeles circunstanciales en esta puesta. Lo que, sin duda, exigió una
buena orquestación de actores y un trabajo pormenorizado de ciertos personajes.
Entre ellos, destaca el rol de las madres Plácido
Linero y Pura Vicario (ambos roles muy bien encarnados por Claudia Dammert). La
primera es la preocupada progenitora de Nasar, mientras que la segunda es madre
de la desdichada Ángela Vicario y azuza al asesinato del joven hijo de turcos.
Y es que la puesta, a lo mejor, no busca
centrase en los últimos momentos de Nasar. Su riqueza trasciende ese aspecto, para ofrecernos una colección de los defectos y virtudes de
un pueblo que necesita un culpables (el chivo expiatorio de las
tragedias griegas). Y nos exhibe como una sociedad violenta, en la que las acusaciones, amenazas e indiferencia son las respuestas simples a sus
problemas.
“Crónica de una muerte anunciada”, de Gabriel
García Márquez
Dirige: Jorge Alí Triana
Actúan: Franklin Dávalos, Óscar López Arias, Nidia
Bermejo, Emanuel Soriano, Claudia Dammert, Gabriela Velásquez, Sebastián
Monteghirfo, Carlos Mesta, Stephanie Orué, Ebelin Ortiz, Víctor Prada, Carlos
Victoria, Leslie Guillén, Tommy Párraga, Gonzalo Molina.
Créditos de fotos: Centro Cultural Británico
Créditos de fotos: Centro Cultural Británico
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