El 27 de marzo pasado, el Día Mundial del Teatro, tuve oportunidad
de escuchar este mensaje en la Asociación de Artistas Aficionados (AAA). Apenas
acabamos de aplaudir la función de “Apego”, de Eduardo Adrianzén, aparecieron Ximena
Arroyo, directora de la AAA, y la narradora María Laura Vélez para leer el
Mensaje por el Día Mundial del Teatro 2012.
Hoy lo comparto por si no la han leído aún o, lo
que ya, puedan leerla una vez más para contagiarse del espíritu del teatro. Es una
carta para teatreros jóvenes o no, amantes de las artes escénicas, buscadores
de certeza en su vocación o para los que ya encaminados por si precisan un nuevo
aliento para continuar en el sublime mundo de las tablas.
Para todos ellos, Alonso Alegría, destacado
autor teatral peruano, escribió cada una de las siguientes líneas, a pedido del Centro
Peruano del Instituto Internacional del Teatro - ITI UNESCO.
Carta a un
teatrero joven
Me dices que el teatro te gusta y que no puedes
ni pensar en dedicarte a otra cosa. ‘Me
di cuenta, por fin, de que podía ser feliz’ me confiesas, tratando de describir
ese momento bendito en el que sentiste que tu vida finalmente tomaba un rumbo
ilusionado. ‘Se te ha metido el bichito
del Teatro’ te diríamos los que ya sabemos que, a partir de ahora, el Teatro
habrá de ser el único arte y la única profesión con las que querrás alimentar
tu alma y sostener tu cuerpo toda tu vida.
La decisión que estás tomando te da miedo. No eres el primero. Desde siempre, a todos los teatreros nos ha
dado mucho miedo emprender este incierto camino.
‘Yo amo al Teatro’, me dices, ‘¿pero qué pasa si
el Teatro acaba no amándome a mí? ¿Si sólo
me escupe fracasos, si me tiende trampas, si me maltrata día tras día, si no me
alimenta siquiera? ¿Sufriré si acaso lo abandono y luego lo extraño mucho pero
ya no puedo dar marcha atrás?’ me preguntas.
Pues no tienes por qué sufrir de ausencia. Cualquier cosa que hagas puede ser parte del
Teatro. El Teatro tiene que ver con
todo.
Tu sueño es vivir tu vida sobre el escenario, o
muy cerca de él. Es posible que lo
logres, y quizás para siempre te ganes la vida, o parte de ella, como
dramaturgo, actor, director, escenógrafo, iluminador, utilero, telonero,
productor, o cualquier otro de los bellos oficios que reciben o escuchan en
vivo el aplauso del público terminada la función. Si el Teatro te permite pagar las cuentas y
escuchar aplausos, serás feliz por lo menos cinco noches por semana –y no mucha
gente, te lo aseguro, tiene la felicidad garantizada cinco noches por
semana. Pero sí tú—.
‘¿Y qué me pasa si el teatro me aloca pero no
puedo estar ni cerca de un escenario’ –me interrumpes— ‘porque tengo que
ganarme la vida en otra cosa?’ Pues si
llevas el bichito y eres un gran contador, podrás ser feliz contando el dinero
de un teatro. Y si te vuelves el más
famoso arquitecto, pues podrás ser feliz diseñando teatros. Y si terminas de cocinero estrella, serás
feliz manejando las cafeterías de los teatros del Mundo. Si encuentras una mina de oro, crearás una
compañía de teatro para que su director te adjudique, de cuando en cuando, un
pequeño papel, porque sólo entonces ese bichito te dejará gozar tranquilo de tu
nueva fortuna. Y si la Vida te propina
el revolcón contrario y de pronto te encuentras de vendedor ambulante –esas
cosas pasan, créeme— pues a la entrada de un teatro venderás los títeres que tú
mismo fabriques. Escucharás, desde
lejos, muchos aplausos ajenos, pero igual te harán feliz porque ¿sabes? esos
aplausos serán también para ti, por ser un teatrero que vende títeres cerca de
un escenario. Y tu suerte cambiará pronto.
Ese bichito que llevamos dentro nos protege y alienta cuando le somos
fieles.
Dedícate al Teatro, entonces. Sin miedo.
Te gusta, y no tienes más remedio, porque el bichito te ha picado. Más
te vale emprender tu carrera teatral.
Acepta ese papel, matricúlate en ese taller, preséntate a ese examen,
diles a tus padres y a tu novia que toda tu vida serás teatrero. Diles que sólo así serás feliz. Les estarás diciendo la verdad. Porque una persona con el bichito del Teatro
dentro, no puede hacer nada más que Teatro para sentirse verdadera y totalmente
feliz. Toda, todita su vida.
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