lunes, 28 de octubre de 2013

La vieja escuela

Abrir un anuario de promoción años después de haber salido del colegio es enfrentarse a una época de alegrías lejanas. Tras once años de clases, profesores (buenos y malos), amigos y palomilladas, la impresión de esos años retornan en “Escuela Vieja: todo lo que quiso olvidar sobre la educación peruana.
Más que una mirada nostálgica, esta creación colectiva pasa lista a los defectos más recurrentes de la educación tradicional en el país. 
Los moldes pedagógicos desfasados, los castigos o el repetitivo estribillo cívico de los desfiles e himnos nacionales son insumos de este trabajo dirigido por Patricia Biffi.
Aquí también se revelan episodios poco gratos en las aulas. Casos de intimidación escolar –llamados ahora bullying– motivados por la apariencia física o las costumbres de los alumnos. Cuatro de ellos nos demuestran, en poco más de una hora, lo difícil de la vida escolar situable entre los años 80 y 90.

De vuelta al cole
Escuela vieja parte de una ironía. Alude a Escuela Nueva, el versátil texto escolar del profesor Augusto Benavides Estrada que sacó del apuro a varias promociones de colegio desde el desaparecido Venciendo. De este libro se extraerán ciertos conceptos desfasados y precisos para cada momento de la obra.
Alexa Centurión, Henry Sotomayor, Claret Quea y Gisella Estrada encarnan a los cuatro colegiales. Vestidos con el clásico uniforme plomo de colegio estatal, recrean situaciones en su paso de la infancia a la adolescencia. 
Sus roles son rápidamente identificables y van desde el chacotero, el aplicado, la gordita del salón y la chanconaDurante la secundaria se aprecian con mayor detalle la profundidad de sus personajes mientras van enfrentando a la vida, sino al sistema represor, como es visto, la escuela tradicional.

Clase dinámica
Su lucha es infructuosa, pero la denuncia es brillante. Lo hacen de memoria, dibujando cuadrículas en el aire, entre carpetas móviles y ágiles giros en el aula o un imaginario recreo. Son divertidas las escenas en las que una ruleta de juego resuelve un dilema vocacional o cuando se exponen los métodos drásticos para reducir los casos de bullying.
Es destacable la concentración y el desempeño dinámico del elenco y la acertada dirección que organiza varias de las escenas y acciones
La utilería juega a favor de la puesta por su simbolismo enriquecedor usando simples objetos como un pasamontañas, una caricatura o una hoja bond para el examen. Un montaje con nota aprobatoria.

Daños lectivos
En “Escuela Vieja” no hay profesores. Sólo una mano invisible y arbitraria que gobierna las aulas y moldean las mentes –las cuadriculan, en realidad– según el sílabo escolar. ¿Será distinta la situación en los colegios con sistema pre-universitarios o con uso de nuevas tecnologías? Quizá ese sería el punto de inicio de otra investigación y un futuro montaje.
La puesta pone en evidencia el fracaso de los modelos educativos convencionales y deja al descubierto el poco o nulo quehacer de las autoridades al respecto. Una tarea postergada si se considera que la educación peruana fue decretada en situación de emergencia en 2003. Y ya han pasado once años.
Escuela Vieja”, una de las cuatro obras ganadoras del programa Ayudas a la Producción y Exhibición de Artes Escénicas en Perú, fue presentado en el Centro Cultural España de Lima del 18 al 20 octubre y el 14 de noviembre próximo llegará a Arequipa.

Ficha artística
Escuela Vieja, creación colectiva
Concepto y Dirección General: Patricia Biffi
Dirección Adjunta: Carlos Delgado
Elenco: Alexa Centurión, Henry Sotomayor, Gisella Estrada y Claret Quea
Ilustración: Jesús Cossío
Producción Ejecutiva: Giuliana Zender
Lugar: Centro Cultural España (Jr. Natalio Sánchez 181, Lima)

viernes, 18 de octubre de 2013

Aprendizaje constante

Hay viajes que conocen de inicios más que de finales. Se inspiran en la aventura de abrir nuevas rutas en vez de seguir las trazadas ya en mapas o guías exploradas. Como lo espontáneo, es un fluir natural que motiva los episodios más solemnes, insospechados e sacrificados. Quizá, resida ahí la esencia y filosofía de los grupos teatrales.
Hace pocas semanas, el Cuarto Encuentro del Barranco puse en debate este paradigma. Presentó a El Baldío Teatro y a La Cordura del Copete, dos grupos de Argentina, cuyos aprendizajes han sido tan extensos como los kilómetros recorridos durante sus giras por geografías distintas.
Esa travesía tuvo una estadía de cuatro días en Lima. Con talleres y montajes entre Comas y Barranco, el encuentro fue plataforma para conocer la naturaleza de los grupos. ¿Qué los motiva? Diego La Hoz, fundador y director de Espacio Libre, considera que es “su intento de aprender a aprender. No hay una meta”. Pero, en realidad, hay más.

Vivir en diferencia
Es el momento en que los objetivos personales tienden a fusionarse con los anhelos colectivos. “Lo difícil no es trabajar con el otro, sino aprender a trabajar con la diferencia del otro”, cita La Hoz recordando otras experiencias. “En el caso de El Baldío esta convivencia es una fortaleza”, reflexiona Laura Martin, actriz y fundadora de este grupo.
Minutos antes, había representado “Polenta con pajaritos”, un sincero y didáctico montaje que reúne el largo aprendizaje, vivencias y vicisitudes de su grupo. “Hemos  crecido desde el encuentro con el otro, incluso, de modo inconsciente”, puntualiza Martin.
De El Baldío Teatro puede decirse que lleva más 25 años dedicados a la creación de sus rutinas físico-corporales, producción de espectáculos –en sala y espacios no convencionales– así como de difusión editorialUn logro coronado con la organización ininterrumpida del Festival de la Víspera, desde 1997.

Defensa personal
No obstante, la fragilidad grupal es una realidad que ensombrece la voluntad grupal. “Cada integrante es único, tiene sueños diferentes. Somos más fundamentalistas”, refiere Armando Madero, director de La Cordura del Copete, agrupación con trece años de vida en la escena argentina.
Estos inconvenientes son frecuentes cuando se distribuyen labores o se asume el liderazgo. Aunque contradictorio, para muchos grupos reside ahí el leit motiv creativo. “La identidad cambia siempre, pero esta crisis es el motor de construcción”, comenta Madero.
La Cordura del Copete surgió en 1999 con alumnos de la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) de Buenos Aires. Este grupo organiza el Festival del Copete y dirige una sala en la localidad de San Justo donde agrupaciones independientes propician el saludable hábito de compartir sus experiencias.

Blogs y revistas
En los últimos años ha aparecido un equipo un tanto anónimo que registra la noble obstinación escénica de los grupos y el teatro en general. Sucede con más éxito en los blogs que en los impresos. Los primeros aprovecharon la desaparición de las columnas publicadas para retratar los montajes o, si se puede, ofrecer una visión crítica.
Número 24 de MUESTRA y la edición impresa
de Cuarto Encuentro del Barranco
En la esfera virtual están El oficio crítico, de Sergio Velarde; El teatro sabe, de Gabriela Javier Caballero; El teatro de mi vida, de Alonso Chiri; entre otros. Un singular ejemplo es el reciente blog de Crítica Teatral Sanmarquina, un colectivo de críticos y reseñistas integrados por Ramiro Mirando, Bertha Ávila, Ada Landeo, Luisa Rivas y Maura Velasco.
Pero los impresos no se han extinguido. Desde el 2000 Sara Joffré edita MUESTRA, revista única en su género ya que publica dramaturgia inédita y entrevistas en sus páginas. Finalmente, hay que reconocer la publicación del Cuarto Encuentro del Barranco. Teatro (In)visible, edición gratuita y versátil que sirvió para elaborar este breve post.


Dos frases
“Tener como referentes a Cuatro Tablas o a Yuyachkani es valioso. La esencia de esos grupos –como la de todos– es que surgieron para revelarse contra un momento histórico”Estela Paredes – La Tarumba

“Si al formar un grupo te preguntas desde dónde partir o hacia dónde ir. La respuesta está muchas veces en la incertidumbre”Mario Delgado – Cuatrotablas

domingo, 6 de octubre de 2013

Juego de roles

Una obra puede tomar infinitos rumbos en escena. A veces dispersos,  paralelos, enredados y, otras tantas, inconclusos. Esta parece ser la naturaleza de “Lo que sabemos” (“In on it”, título original en inglés), escrita en el 2000 por el canadiense Daniel MacIvor (Nova Scotia, 1962).
Dirigido por Adrián Galarcep, este montaje presenta a sólo dos actores –y varios personajes– inmersos en tres historias que, a primera vista, parecen inconexas
De ese modo, la obra irá encontrando su propio sendero –podría parecer arbitrario o natural– cada noche de jueves a domingo en el teatro del Centro Cultural El Olivar de San Isidro.

¿Adónde vamos?
La pieza es una breve osadía dramatúrgica cargada de escenas intercaladas, multiplicidad de perspectivas y sutil espontaneidad. Con estos elementos se irán desprendiendo la angustia por la muerte y el anhelo por volver a ser feliz, sensaciones vertidas durante la hora y media de la puesta.
Y es que en “Lo que sabemos” (y en lo que no: sus bifurcaciones o revelaciones) reside el atractivo de este trabajo escénico. Es por eso que el texto de MacIvor es un juego o un desafío de quien explora las factibilidades argumentativas, mientras se desenredan escenas amparados en una casaca de cuero negro. Pero hay más.
Todo este supuesto plasmado y orquestado por Galarcep es demostrado en escena por Sergio Gjurinovic y Nicolás Galindo. En camisa, corbata y pantalón, los actores visten nuevas “pieles”, trasmutan de género, evocan edades lejanas a medida que trascienden sus propios papeles. Ellos reflexionan y se cuestionan sobre la relación entre actor y personaje.

En el fondo
La complejidad y profundidad de las emociones y sentimientos de sus roles es otro elemento destacable de la puesta. Es curioso ver cómo Galindo y Gjurinovic dan matices distintos a un mismo personaje (la señora Brenda King, por ejemplo) o cuando empiezan los momentos de baile con música de Lesley Gore.
¿Y el escenario? “Lo que sabemos” se vale de pocos elementos –apenas un par de sillas y la citada casaca– y el uso inteligente de las luces y efectos sonoros para recrear la atmósfera de un jardín apacible, una autopista de noche o un bullicioso bar
Sólo faltaría la curiosidad del espectador para descubrir la peculiar relación de estas historias y sus protagonistas. Y se podría anotar que a fines del 2011, Galarcep dirigió en este mismo lugar "Automáticos", de Javier Daulte, con un resultado aceptable. Esta vez, con un elenco menos numeroso, logra importantes aciertos y consolida su labor de director.

Crédito de fotos: C.C. El Olivar

Ficha artística
“Lo que sabemos”, de Daniel MacIvor
Dirige: Adrián Galarcep
Actúan: Sergio Gjurinovic y Nicolás Galindo
Traducción: Gonzalo Rodríguez Risco
Lugar: Centro Cultural El Olivar (Calle La República 455, San Isidro)
Funciones: De jueves a domingo a las 8pm
La temporada va hasta el 20 de octubre
Más información en la página de El Olivar y en el evento de Facebook.